
Ciudad Milenaria
Más de 3.000 años de historia contemplan la ciudad de Málaga, desde sus orígenes fenicios hasta la hermosa ciudad amable y cosmopolita que enamora a turistas de todas partes del mundo.
Más de 3.000 años de historia contemplan la ciudad de Málaga, desde sus orígenes fenicios hasta la hermosa ciudad amable y cosmopolita que enamora a turistas de todas partes del mundo. La ciudad estuvo poblada desde la Prehistoria, aunque fueron los fenicios los que fundaron el primer asentamiento, en la desembocadura del Guadalhorce, con el nombre de Malaka. Estos comerciantes semitas crearon varias colonias en la zona debido a las riquezas existentes de madera para la fundición y para la industria del pescado en la producción de púrpura o salazón. Tras la dominación del comercio por parte de los púnicos en la segunda mitad del siglo VI las colonias fenicias fueron abandonadas, asentándose los cartaginenses en la costa meridional española. En los siglos que van desde fines del VI a. C. al cambio de era, los territorios malagueños aparecen ocupados por dos tipos de gentes: los que habitan en la zona costera, denominados Libiofenicios, y los del interior, llamados indígenas, íberos o turdetanos.
A finales del siglo III a. C. los romanos comienzan la lucha contra los cartagineses dominando la zona y unificando a su población. Se impone el latín y cambia la vida y las costumbres de los pobladores. Málaga pasa a formar parte de la Hispania Ulterior. Tras dos siglos de dominación Málaga empieza a contar con nuevas vías de comunicación que la conectan con otros territorios. Se reciben nuevos estatutos jurídicos entre los que destaca en el siglo I la Lex Flavia Malacitana promulgada en el año 81. Algunos fragmentos de esta ley pueden ser leídos hoy en el Centro de Interpretación del Teatro Romano de Málaga.
Es en esta zona dónde podemos observar restos de esta época como uno de los monumentos principales de la ciudad, el Teatro Romano, que se ha recuperado también como espacio escénico; o el prisma de cristal de calle Alcazabilla a través del cual se pueden admirar las piletas de garum. Precisamente el garum fue un producto muy importante a nivel económico en la historia de Málaga ya que se exportó a muchas partes del Imperio Romano. A lo largo de los siglos III y IV se producen grandes cambios en todos los ámbitos, incluso en el de las creencias, extendiéndose con fuerza el cristianismo. A la caída del Imperio Romano le sigue el dominio de Bizancio, hasta que son expulsados los visigodos a comienzos del siglo VII.
En el año 711 se interrumpe el proceso de feudalización a causa de la conquista musulmana. Se asientan nuevos pobladores y gran parte de la población indígena se refugia en el Parque Natural Montes de Málaga. Tras la derrota del rey Rodrigo a manos de Tarig Ibn Ziyad comienzan ocho siglos de historia en los que Málaga pertenecerá al mundo islámico. Este hecho conllevará una evolución diferente de la sociedad en comparación con la que se está llevando a cabo en la Europa del momento, la feudal. Arquitectura, viviendas sin fachadas orientadas al interior, artesanía, comercio y agricultura para el abastecimiento de los centros urbanos son algunas características de este período.
El proceso de islamización que se produce durante los siglos VIII y IX impulsado por la nueva dinastía de los Omeyas, se va a enfrentar con la resistencia de los grupos tribales, así como de los herederos de la aristocracia visigoda. La rebelión más importante contra el Estado Omeya será la que protagonicen, a finales del siglo IX y principios del siglo X, Omar ben Hafsún y sus hijos, cuyo centro se situó en la provincia de Málaga, concretamente en Bobastro. Esta revuelta supuso el último intento de Al-andalus de mantenimiento de los privilegios de tipo feudal por parte de la aristocracia de origen hispano-godo, que se vio destinada al fracaso al carecer de base social que la sustentara, ante el progreso de la islamización en el conjunto de la población.
La caída de Bobastro impone el sistema islámico con la proliferación de alquerías en el mundo rural, así como la intensificación del regadío. Es en este período en el que se construye la Alcazaba de Málaga, uno de los monumentos más importantes de la ciudad. La integración de los sucesivos imperios bereberes de almorávides y almohades, desde finales del siglo XI hasta bien entrado el siglo XIII, contempla la definitiva implantación de las tierras y la ciudad de Málaga en el ámbito del occidente mediterráneo.
El 19 de agosto de 1487 los Reyes Católicos entran en la ciudad tras haberla conquistado. A partir de esa época Málaga experimenta cambios importantes en su trazado urbano. Se abre un eje longitudinal al que se añade otro transversal, cruzándose ambos en la "plaza de las cuatro calles", luego plaza Mayor de la ciudad (hoy Plaza de la Constitución). Las transformaciones más profundas tienen lugar en la mitad meridional, donde la apertura de la calle Nueva permite enlazar la Plaza de la Constitución con la de Puerta del Mar.
A partir del siglo XVI el puerto de Málaga se convierte en el motor del sistema productivo, hasta el punto de transformar la ciudad en un importante núcleo mercantil. El vino y las pasas eran los productos que ocupaban la preeminencia de las exportaciones malagueñas y, por tanto, constituían la principal fuente de ingresos. En el ramo textil destacaba la seda, muy ligada a los moriscos. La situación estratégica de Málaga va a transformar a la ciudad y a su costa en piezas del damero político de los Austrias, que convirtieron la capital en un verdadero arsenal. En este período, la Iglesia malagueña casi había completado la red de parroquias e instituciones religiosas y benéficas en toda la diócesis.
La población malagueña va en aumento a pesar de las abundantes catástrofes que tienen lugar en el siglo XVIII y se extienden por barrios de los extramuros como son el Perchel, la Trinidad, Capuchinos y la Victoria, hoy tradicionales barrios de la ciudad. Junto al mar surge el paseo de la Alameda (Alameda Principal) símbolo urbanístico de los nuevos tiempos. En esta época también se construyen la Catedral.
El comienzo del siglo XIX estuvo marcado por la presencia de diversos factores negativos que dejaron una fuerte impronta en la vida de los malagueños: las secuelas de la guerra contra Gran Bretaña, muy negativa para el comercio; una mortífera epidemia de fiebre amarilla en los años 1803-1804, y, como desastroso colofón, la Guerra de Independencia. El reinado de Fernando VII (1814-1833) fue un periodo de estancamiento económico y fuerte inestabilidad política. A las secuelas de la guerra contra los franceses se sumaron los efectos de la independencia de Hispanoamérica. Las luchas políticas entre liberales y absolutistas consumieron muchas energías para la recuperación del país.
Ya en las postrimerías del reinado, Málaga fue el escenario de uno de los episodios más crueles de la represión absolutista: el fusilamiento del general Torrijos y sus compañeros. Fernando VII no trajo consigo la paz y la concordia esperadas. Hoy en día en la Plaza de la Merced puede ver el obelisco monumento a Torrijos.
El segundo tercio del siglo supone para Málaga una reactivación económica situándose en los primeros puestos de España en cuanto a actividades manufactureras se refiere. Es el caso de las ferrerías de Manuel Agustín Heredia, que se sitúa en los primeros puestos de la fabricación nacional de hierro. La familia Larios también influye en un gran crecimiento en la industria textil. Otras familias que destacan en Málaga en esa época son: Loring, Huelin, Crooke y Gross entre otros. La proliferación de fábricas determina la aparición de una ciudad industrial y obrera en la margen derecha del río Guadalmedina, separada de las zonas burguesas y residencial del centro y del este.
Málaga contribuyó decisivamente al triunfo del liberalismo en España. Durante los años que siguieron a la muerte de Fernando VII, la ciudad inició o secundó movimientos insurreccionales tendentes a impedir una nueva involución política o para evitar cualquier forma de despotismo. Esta actitud le valió en 1.843 la concesión del título de "siempre denodada" y la divisa "La primera en el peligro de la libertad".
Tras el pronunciamiento militar de 1868 que acaba con el reinado de Isabel II le siguen un periodo radical entre las clases populares con actitudes levantiscas. Es en los años 70 cuando empieza a resquebrajarse la prosperidad conseguida por el declive de la siderurgia, el comercio y la agricultura, esta última por la grave plaga de la filoxera. Es entonces cuando se empieza a conformar la industria turística de Málaga, una alternativa que buscaba sacar partido del privilegiado clima y situación de Málaga. En 1897 se crea la Sociedad Propagandística del Clima y Embellecimiento de Málaga.
Ya en el siglo XX hay cambios importantes en Málaga como son la circulación de tranvías en la ciudad y la puesta en funcionamiento de la Hidroeléctrica del Chorro, que surte de energía eléctrica. La neutralidad española durante la "gran guerra" (1914-1918) abrió paso a una corta coyuntura de recuperación económica, pero en ella se agudizó la conflictividad social e irrumpió una crisis de contenido revolucionario.
La Guerra Civil fue especialmente cruenta en Málaga. A partir de los cincuenta se va afirmando la configuración de una economía dual en el ámbito malagueño: un sector moderno y progresivo, el turismo, y otro tradicional y regresivo, la agricultura y el mundo campesino. En estos años se produce un crecimiento desordenado de la ciudad. Se produce una expansión urbana, basada en una política urbanística de tolerancia.
Entre 1960 y 1975 la historia de Málaga viene marcada por la presencia de dos aspectos primordiales. De un lado, la recesión económica de los sesenta, tras el crecimiento experimentado en la década anterior; de otro, la consolidación de la "dualidad demográfica malagueña", por el contraste entre el proceso de vaciamiento poblacional del interior y el intenso poblamiento del litoral de la Costa del Sol.
El impulso del turismo provocará el fuerte crecimiento demográfico de la Costa del Sol. Se pone en marcha una política económica que busca atraer, además de turistas, capitales extranjeros. Entre la expansión de los sesenta y la crisis de comienzos de los setenta van a irrumpir cambios decisivos en la realidad malagueña. Por una parte, la capital crece a un ritmo vertiginoso y de manera desordenada; por otra, se reanuda la actividad política y sindical de oposición al régimen, tras un largo tiempo de silencio. También se produce una recuperación cultural, de amplio calado social, ejemplificada en la fundación del Ateneo y en la creación de la Universidad.