Levantada a orillas del mar en 1874 e inaugurada con reses de la viuda de Murube en 1876, la Plaza de Toros de La Malagueta ha sido, desde que el artista era un niño, referente y motivo usual en sus primeros dibujos y óleos, y proyección posterior de toda la visión de la tauromaquia picassiana. Obras como El picador amarillo (h. 1889) o dibujos con escenas taurinas, realizados en su etapa malagueña y coruñesa, no son sino recuerdos de cuando, de la mano de su padre, el artista asistía a ver a los más famosos diestros de la época: Mazzantini y Lagartijo.
De esta Plaza, Picasso conservó una serie de recuerdos, cómo el día en que viera a su maestro, José Moreno Carbonero, pintar una gran tela para uno de los cuadros históricos, o la visión de los caballos destripados por los toros que tan profusamente el artista malagueño utilizaría como referente de muchas de sus composiciones, ya en los año 30, y que culminarían con el célebre caballo herido de Guernica (1937).